8.3.08

“De por qué soy un Dios”

Estaba yo tan sólo sentado. Creo, en el mismo lugar de ahora, hace suficientes millones de lunas atrás, no recuerdo cuántas.

No sé que hacía ahí, creo que esperaba. ¿El qué?, no sé. Tal vez el invento de la escritura para leerme un buen libro o el descubrimiento del fuego para asar un malvavisco. Tal vez esperaba que los simpáticos pre-monos que comenzaban a pulular por el lugar (todos ellos muy monos) comenzaran a pelearse y sentaran las bases del AOE o el RON (Para los no tan ñoños: “Age of Empires” y “Rise Of Nations”, jueguitos ambos)

El caso es que estaba ahí, reflexionando sobre ciertos crustáceos artrópodos imperecederos. Mientras, en las cercanías, los monos discutían con una mona regordeta que les prometía más ramas y troncales o troncos más largos o algo así para que los monos llegaran más cómodamente a sus hogares en las copas arbóreas. (Traté de entender el asunto o su posible funcionamiento, pero no lo logré)

En eso aparecen unos monos, todos chaparritos y oriundos del norte que se me acercan y dicen, en un muy bien modulado lenguaje pre-mono:”Muy buenos días puis” (Sí, ya hablaban y lo hacían bien estos…)

Creo que buscaban a alguien que les enseñara albañilería para construir una ciudad de oro, dorada, El Dorito o algo así. Les dije que me encantaría ayudarlos, y éstos en su curiosidad preguntaron qué era yo o cuál era mi gracia. No recuerdo bien qué articulé como respuesta, tan sólo recuerdo el asombro en sus rostros al contemplar mis pulgares opuestos, que no dudé en exhibir.

Resulta que en ese preciso momento, alcanzando la conversación y la exhibición de mis pulgares opuestos, llega otro mono. El recién llegado mono, proyectando una actitud canchera y un aire de autosuficiencia, venía caminando del Este, a través de aquella planicie en la que, afortunadamente, milenios más tardes se izaría una enorme cordillera. El forastero y canchero monito trató de unirse a la conversación, pero le costó. Aunque luego de varios fallidos y extrañamente acentuados intentos logró balbucear su única entendible locución: “Vos sos Dios, viteh”

fiat lux et facta est lux

Claro que un par de eones más tarde pude apreciar cómo, los descendientes de aquel tan canchero monito, no eran muy selectivos al otorgar aquel título; tan sólo les bastaba con que un obeso drogadicto supiera patear bien un balón y listo, también era un dios.